Cartagena se destaca por su rico patrimonio inmaterial en tradiciones orales, donde fácilmente se unen la fantasía con las creencias populares, donde un hecho, un personaje histórico o una persona común y corriente, se convierte en protagonista de una acción imaginaria y fantástica, adornada con sucesos sobrenaturales que nos transportan a un mundo irreal. Ciudad llena de magia, así son sus calles y así son sus nombres. Durante la colonia, las calles llevaban nombres de santos y vírgenes, pero el sabor popular se encargó de “rebautizarlas”, bajo nombres que fueron tomando forma gracias al imaginario colectivo. Son nuestras calles, albergues de presencias pasadas o imaginadas.
CALLE DE LA SIERPE
Cuenta la historia popular, que en las horas de la noche, los habitantes de esta calle escuchaban un ruido de algo muy grande que se arrastraba sobre el pavimento, acompañado de sonidos de cascabeles de serpiente. Nadie tenía el valor de asomarse, pero en 1608, el alcalde de la ciudad Don Antonio de Viloria, decidió patrullar en persona la calle y una noche por fin se pudo develar el misterio: de la nada salió una enorme serpiente, amenazante, con ojos fosforescentes, retorciéndose y agitando ruidosamente los grandes cascabeles que llevaba en el rabo. El alcalde, que se había vuelto experto en pasos mágicos aprendidos en la isla de Santo Domingo, la enfrentó con un conjuro y ante los atónitos ojos de los espectadores, la gran serpiente se convirtió en una mujer, ¡era una bruja! Cuando ésta se vio perdida, le pidió perdón al alcalde, pero esto no le valió de nada, pues fue encarcelada sin piedad. Estuvo presa hasta 1614, cuando la Inquisición la condenó a doscientos azotes y al destierro definitivo.
CALLE DE QUERO(En la colonia, Calle de Nstra Sra de Valencia)En una casa de esta calle, vivió Miguel Cuero, un tipo muy avaro y rico que heredó su fortuna de unos parientes. Este personaje resolvió un día cambiarse el apellido a Quero, puesto que a su madre antes la llamaban "Cuero de gato curtido", y esto le causaba vergüenza. Dedicado a cuidar su preciado tesoro, una noche escuchó ruidos en su casa y acudió a ver qué pasaba. Llegó hasta el baúl donde guardaba sus haberes y comenzó a contar todas las piezas, una por una. En esto estaba, cuando la pesada tapa del baúl le cayó encima de la cabeza y así terminó sus días el avaro de Miguel Quero. Al cabo de un tiempo el olor del cadáver alarmó a los vecinos que avisaron a las autoridades, quienes entraron a la fuerza en la casa hallando el cuerpo inerte hinchado de gusanos. Pronto surgieron leyendas alrededor de la casa. Tarde de noche no había quien osara pasar frente a la casona. En cierta ocasión, un valiente que se fumaba un cigarro frente a la casa para calmar el susto, vio cómo alguien le pedía candela desde el balcón y privado quedó al ver una mano larga y huesuda que le arrebataba de la propia boca el cigarrillo. Una vez llegó un antioqueño con el propósito de erradicar de una vez por todas a los fantasmas y pidiendo permiso se alojó en la mansión. Esa misma noche, después de acostarse, el paisa escucha unos ruidos y acude armado de revólver a ver qué pasaba. Pasó una sombra delante suyo y el hombre descargó seis tiros de una vez, pero estupefacto vio cómo le devolvieron las seis balas mientras una fantasmal voz decía: "¡A mi no me hacen daño tus balas; ahí te las devuelvo!".
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