La existencia del hombre está ligada profundamente al desarrollo urbano de las ciudades. Las usan y transforman de acuerdo a sus deseos y necesidades. El arquitecto es el elemento que coordina y une todos los componentes involucrados. Su obligación es ver y sentir, para así poder ser el creador junto con la comunidad, de la memoria de la ciudad, por lo tanto le está totalmente prohibido sufrir amnesia.
La memoria crea identidad, pero tampoco podemos permitir que la nostalgia nos congele en el tiempo y no nos permita avanzar en la búsqueda de nuevas soluciones. La ciudad en sí, es una producción colectiva, que está conformada por el espacio, el cual a su vez se compone de barrios, calles, plazas, monumentos, etc. Todos estos elementos son creaciones físicas e históricas que arman el tejido urbano. La ciudad es un ser vivo que respira, vive y se desarrolla, es una realidad que nunca deja de crecer y de construirse. El quehacer diario del hombre, elabora lo que la memoria guarda y lo que desarrolla con los nuevos avances.
Podemos llamar ciudad a nuestro espacio y entorno, cuando ella logre cumplir de manera sistemática, una creación lógica, coherente, con un tramado histórico impecable, respetado y con una visión futura basada en un orden, donde todos los ciudadanos hayan logrado crear y desarrollar instrumentos y actitudes con vocación social y de colectividad.
Como todo ser vivo, es presa de virus y bacterias que la corroen y destruyen. A través del conocimiento de la ciudad, podemos despertar en nosotros y en todos sus pobladores, la conciencia de que ella es de todos; todos somos sus dueños, por lo tanto debemos convertirnos en vigías y planificadores de esta realidad que nos alberga. En estas imágenes podemos apreciar cómo nuestra ciudad se extiende, tal parece que camina buscando oxígeno y libertad.
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