viernes, 25 de junio de 2010

Juan Pablo II: Caminante Incansable

Peregrino de la paz, estuvo presente en los caminos de Colombia en 1986 y uno de los motivos de su visita, fue el deseo de visitar Armero, nombrándolo lugar Santo, en memoria de las miles de víctimas de la tragedia. Llegó a Cartagena el 6 de julio de 1986. Con el fin de poder congregar a la inmensa multitud de diferentes puntos del país que querían acompañarlo, se construyó un templete en Chambacú, donde concurrieron las más altas personalidades del gobierno civil, eclesiástico y el pueblo en general. Fue en la explanada de Chambacú, donde coronó a la imagen de la Virgen de la Candelaria. En ese lugar, S.S. Juan Pablo II, nos dirigió las siguientes palabras: “Nos hallamos al pie del Cerro desde donde la Madre de Dios, la Virgen de la Candelaria, cuya imagen vamos a coronar solemnemente, protege desde hace más de cuatro siglos al pueblo que aquí peregrina. Los primeros misioneros llegaron a vuestras tierras impulsados por el celo ardiente de hacer que todos los pueblos conocieran y vivieran la redención, alabando a Dios por su bondad. Entre los personajes providenciales, no podemos olvidar, en esta ciudad de Cartagena, a dos sacerdotes jesuitas: Alonso de Sandoval y San Pedro Claver, que imprimieron a su labor apostólica una orientación tan nueva para su tiempo y tan atrevida ante las autoridades civiles y religiosas, que han valido a esta ciudad el título de Cuna de los Derechos Humanos. Esta ciudad de Cartagena fue testigo de la vida asombrosa de San Pedro Claver, un martirio continuado de casi cuarenta años demostrando al mundo cómo la fuerza de la fe y la gracia del sacerdocio purifican y perfeccionan la entraña de una cultura. Los defensores de los esclavos en Colombia, abrieron el camino para la evangelización en África".
Fue un ser excepcional, respetuoso, abierto y comprensivo con todo tipo de manifestaciones culturales. Hablar de él en tan corto espacio es imposible, pero sí vale la pena citar algunos de sus pensamientos sobre el arte y los artistas, con los cuales tuvo una relación muy especial. Así nos lo expresa en un pequeño fragmento en uno de los escritos de sus pensamientos hacia los artistas: "El artista vive una relación peculiar con la belleza. En un sentido muy real puede decirse que la belleza es la vocación a la que el Creador le llama con el don del talento artístico. Quien percibe en sí mismo esta especie de destello divino que es la vocación artística -de poeta, escritor, pintor, escultor, arquitecto, músico, actor, etc.- advierte al mismo tiempo la obligación de no malgastar ese talento, sino de desarrollarlo para ponerlo al servicio del prójimo y de toda la humanidad. Un artista consciente de todo ello sabe también que ha de trabajar sin dejarse llevar por la búsqueda de la gloria banal o la avidez de una fácil popularidad, y menos aún por la ambición de posibles ganancias personales".
Incursionó en la poesía con “El tríptico romano”, el cual es una especie de testamento espiritual del Pontífice. Este incluye tres composiciones, se inicia con una obra que se llama "El Torrente" y dice así: “La bahía del bosque baja / en el ritmo de los torrentes de montaña / este ritmo me revela a Ti, Verbo Eterno”, eran versos escritos en italiano. Escribió también el libro autobiográfico: “Don y Misterio”. Juan Pablo II no se ha marchado, pues dejó en nosotros sus enseñanzas sobre la verdad del amor, la paz y la esperanza de la humanidad.

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